“No es un sueño; es un deber”

Fatou Lo participó en la IV Conferencia Mundial de las Mujeres como delegada juvenil. Hoy es la Representante Adjunta de ONU Mujeres en Sudán.

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Si necesitase un recordatorio para darme cuenta de lo rápido que pasa el tiempo, este año y el próximo serían perfectos para este propósito. Me parece increíble que hayan pasado 20 años desde que, orgullosa, representé a la juventud de mi país, Senegal, en la Conferencia de Beijing. Acababa de terminar el secundario, la primera de la clase, y éste iba a ser mi primer viaje fuera de África. Entusiasmada es decir poco; ¡estaba en éxtasis!

Fatou Lo
Foto cortesía de Fatou Lo

¿Y cómo llegué hasta ahí? Durante un año había pasado muchos de mis fines de semana con otras representantes juveniles discutiendo de todo: educación, acceso a la salud, paz, empleo, erradicación de la mutilación genital femenina...  Imaginábamos el mundo que queríamos, con el entusiasmo de tener una plataforma en la que presentar nuestros pensamientos. Se trataba al fin y al cabo de un mundo en paz, en el que las mujeres y las niñas pudieran desarrollar su potencial y disfrutar de sus derechos humanos. Defendíamos nuestros mensajes con la vehemencia que te da la juventud, ajenas a los muchos obstáculos que nos encontraríamos en el camino. Desde las consultas nacionales hasta la consulta regional de la juventud africana… y de allí a ¡Beijing!

Aparte del privilegio de haber formado parte de la reunión internacional de mujeres probablemente más numerosa de la historia, de lo que más me acuerdo y que me da más satisfacción es el fuerte sentido de conexión que teníamos todas aquellas mujeres, venidas de diferentes lugares del planeta, de países que yo nunca había oído antes y que sin embargo compartían las mismas causas. Si en 1995 hubieran existido las redes sociales, ¡sin duda la Conferencia de Beijing habría sido un verdadero tsunami!

Mirando hacia atrás, me reconforta ver los avances conseguidos, si bien me preocupa la fragilidad de estos avances. En demasiados países, las mujeres siguen luchando por salir de la pobreza, de los conflictos armados, de la violencia de género y de una lista demasiado larga de violaciones de sus derechos fundamentales.

El mundo en el que cada día hay más mujeres en posiciones de responsabilidad en política y en los negocios es el mismo mundo en el que una ola de conservadurismo deniega a las mujeres el ejercicio de sus derechos, sus voces y sus decisiones. Es el mismo mundo en el que a las niñas que ‘solo’ desean formarse, se les secuestra y amenaza con venderlas como esclavas. El mismo mundo que ve cómo demasiadas mujeres mueren cada día al dar vida y que siguen siendo la gran mayoría de la población sin recursos suficientes para llevar una vida digna. El mismo mundo en el que los compromisos por la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres se quedan con frecuencia en papel mojado. El mismo en el que las leyes, las instituciones, las políticas y las sociedades continúan discriminando a las mujeres por ser mujeres.

En mi particular andadura en favor de los derechos humanos de las mujeres y de su empoderamiento, quiero expresar mi gratitud a todas y todos, mujeres y hombres, que han hecho posible que yo y millones de mujeres tengamos voz y oportunidades y que podamos contribuir a construir un mundo mejor para mujeres y niñas. No es un sueño; es un deber.

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