En plena guerra, una mujer lucha por los derechos de las mujeres
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Nacida a mediados de la década de los 50 en Mazar-i-Sharif, un centro cultural y religioso de Afganistán con lugares de culto famosos visitados por miles de personas cada año, la infancia de la Dra. Habiba Sarabi fue parecida a la de muchas otras niñas de su país. Sin embargo, su vida hoy en día está lejos de ser habitual. La Dra. Sarabi explica que creció en un hogar de clase media baja donde no sobraba el dinero, y que su padre daba preferencia a sus hermanos varones. Tuvo que trabajar el doble para demostrar que era capaz de hacer lo mismo que ellos, o incluso más. No obstante, recibió el apoyo de sus familiares, que la animaron a continuar sus estudios. Sus esfuerzos dieron fruto y consiguió estudiar medicina en Kabul, la capital. Gracias a una beca de la Organización Mundial de la Salud, se trasladó a la India para finalizar sus estudios en hematología.
En Afganistán, un país de profundas tradiciones que ha sufrido años de conflicto, la Dra. Sarabi siguió trabajando hasta convertirse en la primera mujer en todo el país en ocupar el puesto de gobernadora provincial, designada por el Presidente Hamid Karzai en 2005. Gobernó la provincia de Bamiyan y utilizó esta plataforma para promover el abundante patrimonio cultural de la provincia. La revista Time la reconoció como Heroína del Medio Ambiente por su trabajo en la creación del Parque Nacional de Band-e Amir, en la provincia afgana de Bamiyan.
Ha logrado el éxito a pesar de la inestabilidad e inseguridad personal a la que se enfrentó en su país, devastado por la guerra. Como muchas otras personas, se vio obligada a huir a Pakistán en 1996 durante el régimen talibán, llevándose a sus dos hijos e hija y dejando a su marido con el resto de su familia política. En Pakistán, convirtió su pasión en un trabajo y allí empezó su larga trayectoria a favor de los derechos de las mujeres. Firme defensora de la educación de las niñas, empezó a dar clases a escondidas en campos de personas refugiadas. Poco después fue elegida Directora General del Instituto de Enseñanza en Karachi, además de Vicepresidenta de Asistencia Humanitaria para las Mujeres, las Niñas y los Niños de Afganistán, una organización de la sociedad civil.
Al regresar a su país, aprovechó la oportunidad que presentaba un nuevo sistema de cuotas para aumentar la representación política de las mujeres, y fue elegida no únicamente para trabajar como la primera mujer gobernadora de una provincia, sino también como Ministra de Asuntos de la Mujer y Ministra de Cultura y Educación, cargos desde los cuales siguió defendiendo los derechos de las mujeres. Actualmente, es Asesora en la Dirección Ejecutiva para Asuntos de la Mujer y la Juventud. Pese a las largas jornadas de trabajo y las dificultades, afirma que debe su éxito en parte al hecho de que siempre ha contado con el apoyo de su marido, que con su visión progresista ha influido en sus dos hijos e hija.
¿Cuáles fueron los mayores obstáculos a los que se enfrentó para alcanzar sus objetivos?
Cuando todavía estaba estudiando, la pobreza era el mayor obstáculo que me impedía acceder a la educación superior. Asimismo, la falta de instituciones que ofrecían grados avanzados (maestrías o estudios superiores a éstas) fue otro impedimento importante a la hora de lograr mis objetivos profesionales. Además, la falta de interés y motivación por parte de mi familia, en especial de mi padre, también era otro factor que se interponía en mis aspiraciones laborales. Durante las décadas de los setenta y los ochenta, cuando era estudiante, la mentalidad de mi país no estaba tan avanzada como para que las familias animaran a sus hijas a que estudiaran educación superior.
Actualmente, aunque llevamos diez años de democracia, todavía hay gente que tiene opiniones muy diversas sobre el trabajo que llevo a cabo. Afortunadamente, la mayoría de personas aprecian y reconocen mi labor, si bien todavía hay quienes que, con el objetivo de desprestigiarla, pasan por alto todo lo que he hecho y profieren afirmaciones no argumentadas como que las mujeres no deberían intervenir en la política, etc. Prefieren que las mujeres estén siempre ocupadas en casa.
Cuéntenos algo de su infancia, sus ambiciones y quién le inspiró o influenció para convertirse en quien es ahora.
Nací en una familia de clase media que en aquel momento se consideraba relativamente liberal; si nos fijamos bien en mi árbol genealógico podemos ver que mis ancestros procedían de una familia muy liberal. Si tuviese que describir a mi familia más inmediata, es decir, mi padre, mi madre y mis hermanos, diría que mi padre era un hombre muy agresivo que tenía prejuicios contra las mujeres. Cuando a mi padre le informaron de mi nacimiento y le felicitaron por ello, parecía tener cara de pena, y ni siquiera se dignó a mirarme, únicamente porque era una niña.
Mi madre se interesó mucho por mi educación. Decía que si su hija iba a la escuela, al menos no sería analfabeta. Ella no sabía leer, y me pedía que le leyera las cartas que a veces recibía de sus hermanos.
Además, mi padre fue violento con mi madre, que era su segunda esposa. Mi madre sufrió violencia hasta el final de sus días. Estos actos de violencia contra mi madre también influyeron mucho en mi vida. Sin embargo, me influyó mucho más la vida de mi madre, quien creo que es la responsable de que me haya convertido en una luchadora y activista a favor de los derechos de las mujeres.
¿El hecho de ser mujer ha influido en su trayectoria hasta hoy?
Sí, definitivamente, puesto que la participación de las mujeres desde siempre ha sido muy baja en el gobierno afgano. Durante los años de guerra, hubo una gran fuga de cerebros. La cantidad de mujeres con talento, que ya de por sí era muy baja, se redujo sustancialmente como resultado de este vacío. El número de mujeres educadas y experimentadas justo después del año 2001 era realmente bajo en el país. Ser mujer y proceder de un grupo minoritario fueron dos factores que me ayudaron a aprovechar la oportunidad que surgió y ocupar el escaño reservado en el gabinete según dictaba la cuota.
¿Cómo lleva el hecho de ser una mujer en su ámbito de trabajo?
Las sociedades afganas son muy tradicionales. Pero respeto y aprovecho aquellos elementos de la tradición de Afganistán que no niegan a las mujeres sus derechos ni repercuten en ellas negativamente. Otro punto que cabe señalar es el hecho de que en gran medida respeto a las personas y sus distintas normas culturales; por ello, intento respaldar mis esfuerzos con estas tradiciones de nuestras sociedades que son favorables a las mujeres. Por ejemplo, he establecido buenas relaciones con los imanes y líderes religiosos y tribales, utilizando textos religiosos para justificar mi trabajo en favor de las mujeres y darle un mayor sentido.
¿Cuál es su principal mensaje para la generación más joven, o para las mujeres y las niñas que quieran seguir su camino?
Mi mensaje para ellas sería el de lograr tener confianza en sí mismas. Tienen que trabajar para potenciar e impulsar la confianza en ellas mismas, crearse una entidad, tener respeto por su cultura y aprovechar al máximo las oportunidades que se les ofrece. Y, más importante aún, deben esforzarse por ganarse la confianza de los demás.
Nunca dejen de luchar por tus derechos. Demuestren perseverancia y constancia en tu trabajo. Ayúdense las unas a las otras para poder alcanzar la cima.