El poder que tenemos en nosotras

Por Zeliha Ünaldi

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BW Zeliha Unaldi
Photo: Tugba Akıncı

Zeliha Ünaldi, defensora de larga data de la igualdad de género que asistió a la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer en 1995, habla del efecto que tuvo dicha conferencia en su vida. Actualmente trabaja como Oficial de Género en la Oficina del Coordinador Residente de las Naciones Unidas en Turquía.

La mía no es una historia pintoresca como podrían imaginar, sino más bien una historia de toma de conciencia y realización personal. Subir al tren expreso a Beijing y participar en el Foro de ONG en la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer en 1995 fue una experiencia que me cambió la vida.

Con más de 200 mujeres representantes de ONG de 29 países, pasé ocho días en un tren transiberiano de Varsovia a Beijing. La duración del viaje no nos importaba ya que todas estábamos dedicadas a transformar el mundo.

A los 24 años, yo era una estudiante de posgrado, una de las primeras del programa de Estudios de Género y la Mujer de Turquía en la Universidad Técnica de Medio Oriente. Fui escogida para representar a ese programa en Beijing. Observé que en los bolsos que se entregaban a la gente estaba impresa una cita de la feminista mundialmente famosa Sue Vinson: “éramos muchas y una” y “ver el mundo a través de los ojos de las mujeres”. Cuando recuerdo esos días, en los que me reunía alrededor de las carpas con miles de mujeres comprometidas a hacer un mundo mejor, inmediatamente dos palabras me vienen a la mente: hermandad y paz.

Sigo creyendo en la hermandad, aunque esto parezca anticuado a las nuevas generaciones. La Declaración y Plataforma de Acción de Beijing y los cinco años siguientes me ayudaron a comprender el poder que está en nosotras y que tenemos como movimiento mundial de las mujeres.

En 1995, debatimos acerca de cómo armonizar las leyes nacionales con la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer y la Plataforma de Acción de Beijing. Hoy en día, debatimos acerca de cómo aplicarlas con eficacia y eficiencia. El camino ha sido largo. En estos 20 años, muchas cosas han cambiado para las mujeres en Turquía pero, por otra parte, no ha habido cambios sustanciales en la vida de las mujeres turcas. A fines de la década de 1990 y principios de la de 2000 hubo cambios legislativos importantes para el logro de la igualdad de género. El movimiento y las organizaciones de mujeres abogaron con éxito a favor de los cambios en el Código Civil, el Código Penal y la legislación laboral.  

Sin embargo, en Turquía dos de cada cinco mujeres casadas están en riesgo de ser objeto de violencia doméstica. Tengo la sensación de que en Turquía el entusiasmo por la Plataforma de Acción de Beijing se ha desvanecido un poco, especialmente en los últimos diez años.

Desde la conferencia de Beijing he trabajado en el área de género y me he desarrollado como consultora y activista. Pasé los últimos tres años en las regiones menos desarrolladas de Turquía trabajando con ONG de mujeres. En mi trabajo y mi carrera, todavía siento el viento de Beijing que me impulsa hacia adelante. Ahora estoy trabajando en la Oficina del Coordinador Residente de las Naciones Unidas en Ankara, la capital de Turquía, como la especialista de género. Siento que me he estado preparando para este cargo desde el día en que me subí al Expreso de Beijing y participé en el foro de las ONG.

Deseo transmitir el espíritu de Beijing a las generaciones más jóvenes. Todavía somos “muchas y una” y, por desgracia, todavía seguimos necesitando esfuerzos locales, mundiales, conjuntos e intergeneracionales para hacer que el mundo sea un lugar pacífico e igualitario para todas las personas.

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