Las lecciones de Beijing moldearon mi vida
Por Peace KyamurekuFecha:

Peace Kyamureku asistió a la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer en Beijing como Secretaria General Adjunta de la Asociación Nacional de Organizaciones de Mujeres de Uganda. Había renunciado a su empleo y aceptó un sueldo mucho menor para empezar a trabajar en la Asociación, en la que pasó los 17 años posteriores a la Conferencia abogando por los derechos de las mujeres. Hoy en día se desempeña como Asesora Técnica a través de VSO International, una organización que coloca voluntarias/os donde se necesiten. Su puesto actual es en ONU Mujeres Tanzania, donde apoya los esfuerzos para fomentar la igualdad de género y el movimiento por la igualdad de género.
La Conferencia de Beijing fue un punto sin retorno. Me hizo mirar el mundo a través de un lente diferente. Beijing me impulsó a buscar información sobre las cuestiones de la mujer y a querer aprender más, especialmente de las mujeres menos privilegiadas que yo. Me di cuenta de que soy privilegiada pues he recibido una buena educación, pero en el mundo hay muchas mujeres que no tienen esa oportunidad.
No era posible viajar a la Conferencia de Beijing y volver como la misma persona. En aquella época nos decían: “ah, ustedes son la gente de Beijing”; era un motivo de orgullo, y los demás se dieron cuenta de que las mujeres que fueron a Beijing volvieron con una nueva forma de pensar y enfocar los asuntos. Beijing se convirtió en un punto sin retorno porque abrió un espacio en Uganda en el que las mujeres se dieron cuenta de que para cada esfera de especial preocupación había algo que podían hacer. En consecuencia, tras la Conferencia de Beijing en Uganda se crearon muchas organizaciones, pero el desafío fue que después de un tiempo estas no tenían suficientes recursos para continuar trabajando. Seguí desempeñándome en la Asociación Nacional de Organizaciones de Mujeres de Uganda durante 17 años. Todos los años nos centrábamos en por lo menos tres de los asuntos de la Beijing Plataforma de Acción, a fin de hacer una diferencia para las mujeres de Uganda.
Incluso el hecho de colocar nuestras banderas en las salas de reunión [de las diversas reuniones a las que asistíamos] era un logro porque nos hacía visibles para el mundo entero.
Recuerdo que durante la Conferencia de Beijing muchas personas escribían mensajes en las aceras para anunciar sus actividades. Uno de los días de la Conferencia vi escrito en una acera que iba a haber una reunión sobre el fortalecimiento de las organizaciones coordinadoras. Dado que estaba trabajando con una organización coordinadora, decidí asistir a esa reunión; la organizaba el Consejo Coordinador de Organizaciones No Gubernamentales de Zambia (NGOCC en inglés). Como resultado de mi presencia en esa reunión, la Asociación Nacional de Organizaciones de Mujeres de Uganda y NGOCC formaron una alianza que se mantiene hasta el día de hoy. Por ejemplo, existe un programa continuo de intercambio juvenil que beneficia a ambos países. Esto es todo consecuencia de la Conferencia de Beijing de 1995; jamás habríamos podido conocernos en otro lugar.
Los conocimientos que seguí acumulando, durante y después de la Conferencia, especialmente el comprender que en toda África Oriental estamos trabajando en los mismos asuntos, particularmente la gobernanza, me dieron suficiente confianza como para venir a Tanzania en calidad de voluntaria de ONU Mujeres, para aprender sobre las mujeres tanzanas y compartir experiencias con ellas.
Hasta ahora siento que todo lo que hago, las lecciones que pongo en práctica, provino del proceso de Beijing. Debemos trabajar en forma conjunta y debemos desarrollar las capacidades de otras mujeres para que tengan la información y las destrezas que les permitirán participar en las actividades del movimiento de la mujer en el país donde viven. Debemos asegurarnos de que las mujeres salgan de sus capullos, de sus hogares, y se vuelquen a las comunidades para cambiarlas.
Veinte años después de la Conferencia, espero que logremos comunicarnos con más personas para asegurarnos de que aquellas que no estuvieron en Beijing también participen. Cuando hablamos de la igualdad de género, necesitamos que los hombres y los niños estén a nuestro lado. Debemos cambiar el mundo a través del trabajo conjunto para asegurarnos de que ninguna persona quede atrás, que no se pisoteen los derechos de nadie, y que en la crianza de las niñas y los niños todos tengan las mismas oportunidades y las mantengan mientras crecen.